Cada mes iremos publicando un testimonio.
Comenzamos con Vicente Méndez, catequista de la Parroquia.
Jesús en Fraternidad.
Me llamo Vicente, tengo 49 años y trabajo en banca desde los 25. La Parroquia me pide que de testimonio de mi fé. Bien, el testimonio lo he titulado Jesús en Fraternidad, porque haciendo una reflexión, ver todas las personas que Dios puso en mi camino desde pequeño me han hecho dar cuenta de que siempre soy bendecido, siempre hay alguien que Jesús usa para guiar mi vida.
Hoy puedo decir que gracias a ellos aprendo en familia a amar y a ser Iglesia.
Descubrí al Señor en familia, desde niño, recuerdo a mi padre todas las noches preguntarme si había rezado y a mi madre siempre "sembrando", "¿que es media hora a la semana para estar con el Señor?", me decía cuando no quería ir a misa. O a mi abuela materna, cuando me quedaba en su casa de Almadén, rezar el "Jesusito de mi vida" cada noche pidiendo por cada uno de la familia con su nombre propio. O mi abuela paterna, y madrina, que celebraba más mi Santo que mi cumpleaños.
También recuerdo a mi profesora Doña Carmen que con cinco años me hizo escribir tres veces el padre nuestro porque no me lo sabía, hoy se vería como una monstruosidad y sin embargo yo la estaré eternamente agradecido por hacerme aprender la oración que Jesús nos enseñó. Y como no, recuerdo a los párrocos de mi Parroquia de San José Don Jesús y Don Amador, que me acompañaron en la preparación de mi comunión y de mi confirmación.
En esa época empecé a "hablar" con el Señor, al principio, cuándo la vida es fácil y todo te sonríe, recuerdo que le pedía cosas de niño, como "que ganara mi equipo de fútbol", y encima, he de reconocer que por suerte, la mayoría de las veces me lo concedía, y si no ganaba aprendí que el Señor no estaba para esas cosas.
Cuando iba siendo consciente de las cosas que pasan por el mundo, recuerdo pedir al Señor "que no hubiera guerras, ni fuegos ni terremotos", tal cual y de carrerilla, y sin embargo estas cosas siguen pasando, pero me di cuenta que el Señor no tiene culpa de ello, y que más sufrió El, crucificado en la cruz y siendo Dios, que como tal, no tenía porqué, sino hubiera querido libremente. Con lo que aprendí a confiar en el Señor.
Ya cuando fui padre, quería para mis hijas, lo mejor para ellas, y que era lo mejor sino el Señor. Por lo que desde sus Bautizos hasta la Confirmación procure acompañarlas en su descubrimiento de la Fé, y de nuevo Dios pone en mi camino a los párrocos de San José, primero Don José Carlos y luego Don Pedro (si eran Don Jesús y Don Amador, también se lo
merecen Don José Carlos y Don Pedro, que se está perdiendo las buenas costumbres), que este último me "ficha" de Catequista donde he estado algo más de 7 años, hasta que por razones laborales he tenido que dejarlo.
Y durante estos casi 50 años de mi vida otras tantas personas, como mis abuelos, tíos Jose y Ulpiano, o su hermano Lorenzo, Don Mariano, párroco amigo de mi familia paterna, o Don José Juan Romero, profesor jesuita de mi facultad y todos esos catequistas y personas de otros grupos de la Parroquia con los que he compartido mis años de Catequista que me han facilitado el encuentro con el Señor.
Actualmente y hasta que mi situación personal y laboral me permita hacer otras cosas vivo mi fe al levantarme, hacer mi rutina, y que por la noche en mi diálogo con el Señor pueda dar gracias por otro día.
Vivo mi fe al intentar pensar dos veces antes de actuar, ¿qué haría Jesús en mi lugar?
Vivo mi fe en la Eucaristía, entiendo que Jesús me regaló lo más hermoso, Él se quedó conmigo. Quiere que yo vaya a Su encuentro.
Vivo mi fe al aceptar con cariño lo que me tocó vivir durante mi camino; poniéndole flores a lo que dolió y entendiendo que mis procesos también son para bendecir a otros.
Vivo mi fe cada momento en el que acepto como soy sin intentar ser.
Vivo mi fe cuando veo a Jesús en los demás, en cada acto de bondad. Quiero aprender a darle un valor especial a cada detalle.
Vivo mi fe en la Oración. Teniendo una cita con Jesús, mostrándole mi corazón, Él ya lo conoce pero quiere que yo le cuente todo.
Vivo mi fe con el Espíritu Santo iluminando mi caminar y dándome las respuestas para cada momento.
Vivo mi fe al dar gracias profundas por regalarme a todos aquellos que he mencionado y las que de seguro he olvidado, que con sus testimonios me ha hecho tan feliz al ayudarme a descubrir al Señor.